Los niñ@s al igual que los adultos experimentan sentimientos, en consecuencia con ciertos hechos ocurridos.
Desde bebés, el modo en que los adultos reaccionan cuando el niñ@ sonríe o llora constituye un ejemplo de respuesta a las emociones del otro en ambos sentidos. Este vínculo que se forja desde tan pequeños proporciona el vehículo más sencillo a través del cual, los padres/madres enseñan cómo relacionarse, comprender y conectar con otras personas.
Ésta sensación de seguridad, de sentirse comprendidos en estos primeros momentos de nuestras vidas, ya es un paso para más adelante encarar sucesivos encuentros con compañeros o amigos.
A medida que pasan los años, el modo en que el niño afronta una situación de crisis, va a ser reflejo en buena medida del modo en que la familia afronta las crisis.
Un ataque de enfado o rabia, puede ser una oportunidad única. Lo ideal es que los padres no se pongan al nivel del niñ@ (enfadandose también), ni tomen una actitud pasiva. Intentemos evitar estos extremos, controlar nuestro propio enfado intentando conectar con el/la niñ@ ayudándoles a encauzar su propia rabia. Ésto no es algo fácil, y no quiere decir que se viva siempre en un estado de paz y tranquilidad, pero es construir un espacio flexible para poder recuperarse de una situación difícil con cierta rapidez y con las menores consecuencias posibles.
En este punto, reflexionemos....
- ¿Hasta qué punto es capaz mi hijo de expresar sentiminetos con palabras? si le pregunto cómo se siente, ¿puede responderme con un término que describe un sentimiento o me explica lo que sucede?¿es capaz de identificar una gama de sentimientos diferenciando sus matices?¿es capaz de identificar los sentimientos de los demás?
- ¿Hasta qué punto tolera la frustración? ¿cómo expresa la ira, el enfado u otros sentimientos de difícil manejo?
- ¿Cómo resuelve los conflictos?¿hasta qué punto es independiente a la hora de resolverlos? ¿ es capaz de pensar en diferentes modos de resolver los conflictos?...
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